Impedir el uso de armas nucleares: Un paso hacia un mundo de paz

El 15 de enero de 2025, el Comité de Perspectivas Globales de la SGI presentó la siguiente declaración

Sobre el fondo de una puesta de sol, la parte superior de una valla se transforma en pájaros echando a volar.
[Foto por Pict Rider/istock]

Preámbulo

Entre 1983 y 2022, Daisaku Ikeda —presidente de la Soka Gakkai Internacional (SGI)— dio a conocer propuestas anuales de paz centradas en importantes cuestiones globales como el desarme, el medio ambiente, los derechos humanos, y el papel de las mujeres y de las Naciones Unidas. Estas proposiciones se presentaban el 26 de enero de cada año, fecha en que la SGI celebra el aniversario de su fundación, en 1975.

Con posterioridad al fallecimiento del presidente Ikeda en 2023, la SGI ha decidido continuar la labor iniciada por su mentor, publicando periódicamente declaraciones sobre retos clave de la humanidad como medio para promover una toma de conciencia y de crear un acuerdo global dirigido a la acción.

Con este fin, se ha creado un Comité de Perspectivas Globales de la SGI formado por líderes de nuestro movimiento comprometidos a promover actividades en bien de la paz en todo el mundo —en las regiones de Asia-Pacífico, Europa, África, América del Norte y América Latina—, quienes se encargarán de formular, en cada oportunidad, declaraciones que permitan ofrecer caminos viables para resolver los numerosos problemas que afligen a la comunidad global.

La primera de ellas, titulada Impedir el uso de armas nucleares: Un paso hacia un mundo de paz, propone que los países adopten el compromiso de «no ser el primero» en recurrir a las armas nucleares y aboga por la creación de un centro para la prevención de la guerra nuclear, dos ideas acuñadas por el presidente Ikeda de la SGI en sus propuestas de paz. Esta declaración se presenta en vísperas del quincuagésimo aniversario de la SGI.

Declaración

En 2025, se cumplirán ochenta años de la finalización de la Segunda Guerra Mundial. En el mundo de hoy, la prolongada crisis en Ucrania ha incrementado drásticamente las tensiones a raíz del uso posible de armas nucleares mientras que, en Medio Oriente y, particularmente en Gaza, el despliegue de la fuerza armada aún no ha cesado. Las condiciones humanitarias han ido de mal en peor, paralelamente a las muertes y al sufrimiento de la población civil.

Además de reclamar en términos enfáticos el cese inmediato de las hostilidades, exhortamos a la comunidad internacional a estrechar las gestiones diplomáticas para que ello ocurra e instamos a todas las naciones a cooperar en el suministro de recursos y de asistencia humanitaria para la reconstrucción comunitaria y el restablecimiento de la vida humana en dichas regiones. Aparte de estos y de otros conflictos armados, una serie de problemas globales cada vez más graves —como la crisis climática, la pobreza y la destrucción ambiental— proyectan una sombra ominosa sobre el futuro de la humanidad.

Así y todo, no debemos dejar que el pesimismo nos abrume. En su última propuesta de paz, en enero de 2022, el presidente Daisaku Ikeda de la SGI declaró resueltamente que el ser humano poseía la capacidad de disipar la densa bruma que se cernía sobre el mundo y de iluminar el camino hacia un futuro más esperanzado. Los miembros que integramos la comunidad de la SGI tenemos esta misma postura y convicción.

El ser humano poseía la capacidad de disipar la densa bruma que se cernía sobre el mundo y de iluminar el camino hacia un futuro más esperanzado.

Este año se celebra el quincuagésimo aniversario de la SGI, fundada el 26 de enero de 1975 en la isla de Guam. La SGI formalizó su inscripción como oenegé en el Consejo Económico y Social de las Naciones Unidas en 1983; a partir de entonces, el presidente Ikeda dio a conocer un total de cuarenta propuestas de paz, cada año en conmemoración del 26 de enero. A partir de ahora y con miras a los próximos cincuenta años, la SGI ha decidido continuar el camino abierto con las propuestas de paz de su mentor y presentar declaraciones sobre cuestiones de relevancia planetaria que contribuyan a forjar una era de respeto a la dignidad de la vida. En esta oportunidad, deseamos referirnos al problema de las armas nucleares, un tema central que ha atravesado todo el trabajo propositivo del presidente Ikeda.

Durante el año en curso, octogésimo aniversario de los bombardeos atómicos de Hiroshima y Nagasaki, se celebrará, en marzo, la Tercera Reunión de los Estados Partes del Tratado sobre la Prohibición de las Armas Nucleares (TPAN); a continuación, en abril y mayo, tendrá lugar la tercera sesión del Comité Preparatorio de la Conferencia de las Partes de 2026 Encargada del Examen del Tratado sobre la No Proliferación de las Armas Nucleares (TNP), en la sede de las Naciones Unidas en Nueva York. Los dos cónclaves mencionados ofrecen una oportunidad crucial de ahondar en el debate sobre la amenaza del uso de los armamentos nucleares y sobre su naturaleza inhumana.

Ya que, actualmente, el riesgo de una detonación de estas armas es más alto que nunca desde finales de la Guerra Fría, quisiéramos formular dos propuestas concretas que merecen consideración urgente. La primera es urgir a los Estados a asumir el compromiso de «no ser el primero» en recurrir a las armas nucleares. La segunda es promover la creación de un centro dedicado a la prevención de la guerra nuclear.

El compromiso de «no ser el primero» en usar armas nucleares

El TPAN, tratado que cuenta con nuestro más firme apoyo, señala en términos inequívocos que la única forma de asegurar que no se repita un ataque nuclear, en ninguna circunstancia, es la erradicación total de estas armas. A partir de esta premisa, instamos a los cinco países poseedores de arsenales bélicos nucleares y signatarios del TNP —los Estados Unidos, Rusia, el Reino Unido, Francia y la China— a iniciar un diálogo encaminado a acordar el compromiso de «no ser el primero» en usar armas nucleares y de fijar límites explícitos a estos armamentos, que impidan absolutamente toda posibilidad de uso.

Tal como señaló el presidente Ikeda en su propuesta dirigida al segundo período extraordinario de sesiones de la Asamblea General de las Naciones Unidas dedicado al desarme (SSOD-II), celebrado en junio de 1982 —un año antes de que él comenzara a presentar sus propuestas anuales de paz—:

La situación actual es apremiante. Si no revertimos el peligro potencial de que estalle una guerra nuclear, la supervivencia del género humano quedará gravemente amenazada. […] Aunque es imperioso que trabajemos a largo plazo con miras a la abolición nuclear, sobre la premisa de que las armas nucleares constituyen un mal absoluto, es cierto que, mucho antes de que podamos alcanzar dicha meta, bastará con que una sola persona apriete el botón nuclear para poner fin a todo lo que existe.

Esta reflexión data de un momento muy similar al que hoy estamos viviendo. En aquel entonces, con la invasión soviética a Afganistán, que en diciembre de 1979 volvió a agitar las tensiones de la Guerra Fría, y con las declaraciones del presidente estadounidense Ronald Reagan, quien en octubre de 1981 insinuó la posibilidad de una guerra nuclear limitada en el continente europeo, el miedo a que se produjera una detonación bélica nuclear consternaba y amedrentaba al mundo.

Senji Yamaguchi, copresidente de Nihon Hidankyo (Confederación Japonesa de Organizaciones de Víctimas de las Bombas A y H), fue el primer sobreviviente de una bomba atómica que pronunció un discurso en las Naciones Unidas, en el marco del SSOD-II. En esa ocasión, expresó un elocuente alegato: «¡Nunca más Hiroshima; nunca más Nagasaki; nunca más guerras; nunca más hibakushas!».

A tono con el clamor de Yamaguchi, los hibakushas de Hiroshima y de Nagasaki no han cesado de transmitir al mundo, en toda su realidad, las consecuencias atroces de las bombas atómicas. En parte gracias a estas iniciativas, sumadas a la labor de los hibakushas del mundo víctimas de las pruebas y desarrollos nucleares, así como de numerosos grupos de la sociedad civil, se concretó la aprobación del TPAN en julio de 2017 y, más aún, se logró evitar, hasta el día de hoy, que los países involucrados en guerras recurrieran al uso de armas nucleares. Sin embargo y por desventura, el riesgo de una detonación bélica nuclear sigue en pie. De hecho, existe la franca inquietud de que estos arsenales sean recategorizados como «armas utilizables», en vista de la consideración que, en años recientes, parecerían estar teniendo los armamentos nucleares en relación con algunas guerras en curso.

¡Nunca más Hiroshima; nunca más Nagasaki; nunca más guerras; nunca más hibakushas!

En diciembre de 2024, la organización Nihon Hidankyo, dedicada a difundir testimonios directos sobre las consecuencias reales de los bombardeos atómicos, fue galardonada con el Premio Nobel de la Paz. Esto evidencia la alta estima en que la comunidad internacional tiene a Nihon Hidankyo, por el trabajo que sus miembros han desplegado en décadas de esfuerzo inquebrantable. Pero este reconocimiento, a la vez, refleja la honda consternación del mundo por la amenaza creciente del uso de armas nucleares.

Abonando la decisión de los hibakushas de que ningún habitante del planeta vuelva a sufrir jamás los horrores desatados por las armas nucleares, la SGI ha publicado una recopilación de experiencias y testimonios audiovisuales de sobrevivientes de la bomba atómica en Hiroshima y Nagasaki, y, como activa participante de la sociedad civil, ha reclamado con insistencia la prohibición y erradicación total de los arsenales nucleares.

El punto de partida de estas actividades ha sido la declaración para la abolición de las armas nucleares que, en septiembre de 1957, dio a conocer Josei Toda, el segundo presidente de la Soka Gakkai. En esa época, una frenética carrera armamentista había dado lugar al desarrollo de los misiles balísticos intercontinentales (ICBM), armas que tornaban posible un ataque nuclear en cualquier punto del planeta. Ante esta realidad, el presidente Toda declaró que las armas nucleares, por amenazar el derecho a la vida de todos los pueblos del mundo, representaban un mal absoluto. Allí también rebatió tajantemente la idea de defenderlas como un mal necesario, cuyo uso podía justificarse en determinadas circunstancias.

En la SGI, tomando como base esta proclama, hemos trabajado en forma constante para crear conciencia pública, organizando —entre otras actividades— exposiciones promotoras para impedir el uso de las armas nucleares, cuyo contenido demuestra la naturaleza inhumana de estas armas y la gravedad de la amenaza que conllevan. Nuestras iniciativas se han llevado a cabo en el marco de una cooperación cada vez más estrecha con numerosas entidades de la sociedad civil, como las Conferencias de Pugwash sobre Ciencia y Asuntos Mundiales o la Asociación Internacional de Médicos para la Prevención de la Guerra Nuclear (IPPNW).

Además, a partir de una propuesta de 2006 en que el presidente Ikeda planteaba un mayor fortalecimiento de las Naciones Unidas, en 2007 la SGI inició una campaña de movilización ciudadana estableciendo el Decenio de los Pueblos para la Abolición Nuclear y propulsó el objetivo de concretar un tratado que proscribiera estos armamentos, en cooperación con la Campaña Internacional para Abolir las Armas Nucleares (ICAN). Una vez que, en 2017, se aprobó el Tratado sobre la Prohibición de las Armas Nucleares (TPAN), en 2018 iniciamos el segundo Decenio de los Pueblos para la Abolición Nuclear, como organización de la sociedad civil, para incrementar el apoyo internacional a este instrumento jurídico y universalizar sus principios.

Las reuniones de los Estados Partes en el TPAN y el TNP, que está previsto celebrar en la primera mitad de este año, deben revivir el «tabú nuclear» —el consenso de que las armas nucleares constituyen una categoría de armamentos que no pueden usarse jamás— establecido en la sociedad internacional en las décadas posteriores a 1945. Estos encuentros deben ser un ámbito de deliberaciones constructivas donde, devolviendo el foco a la naturaleza inhumana de estos arsenales, se adopten medidas que impidan el uso de armas nucleares. En particular, exhortamos al Comité Preparatorio del TNP a que persista en el diálogo sobre el compromiso de «no ser el primero» en usar estas armas y en promover un activo intercambio de opiniones sobre las cuestiones que será necesario allanar y las garantías institucionales que habrá que disponer, a fin de consolidar este principio.

El Instituto Toda para la Paz, fundado por el presidente Ikeda en 1996, ha venido trabajando para catalizar las deliberaciones sobre este tema. En 2023, la SGI organizó un evento paralelo titulado «El principio de “no ser el primero” como camino al desarme nuclear», durante la primera sesión del Comité Preparatorio de la Conferencia de las Partes de 2026 Encargada del Examen del TNP. Y en diciembre de 2024, durante la Semana del Nobel, la Universidad de Oslo, Peacebook y la SGI patrocinaron conjuntamente en dicha institución superior un panel de alto nivel sobre el principio de «no ser el primero» en usar armas nucleares.

Contra un fondo de retratos de hibakusha de gran tamaño, tres personas dialogan.
Los hibakusha narran sus testimonios en el Foro de Premios Nobel de la Paz celebrado en Oslo el 11 de diciembre de 2024. Dicha reunión fue organizada por el Instituto Nobel de Noruega y copatrocinada, entre otras organizaciones, por la Soka Gakkai Internacional [© Soka Gakkai International]

Desafortunadamente, el compromiso de adoptar este principio sigue topándose con fuertes resistencias, y estas no solo provienen de los Estados poseedores de armas nucleares, sino también de otros que dependen de estas armas por estar bajo el «paraguas» de una alianza con alguna potencia nuclear. La preocupación que sirve de trasfondo a esta reticencia, nada fácil de disipar, es que aunque el propio país decidiera adherir a ese compromiso, otros podrían renegar de él en cualquier momento. Por cierto, tal vez sea imposible despejar por completo las dudas y conjeturas sobre lo que podrían hacer, eventualmente, las demás naciones. Pero es importante recalcar que el compromiso de «no ser el primero» reduciría marcadamente el nivel de ansiedad que reina en el mundo actual, sin ninguna valla de seguridad que impida el uso o la amenaza de uso de las armas nucleares.

Medio año antes de la aprobación del TPAN, en su propuesta de paz de 2017, el presidente Ikeda confrontó la teoría de la disuasión nuclear recurriendo a una perspectiva tomada de las enseñanzas del budismo:

Quisiera citar las siguientes palabras atribuidas a Shakyamuni, en ocasión de mediar en un conflicto sobre derechos hídricos que enfrentaba a dos pueblos. «¡Mirad a quienes luchan dispuestos a morir! El origen del miedo yace en tomar las armas y disponerse a atacar». Es notable la forma en que Shakyamuni observa el sutil comportamiento de la mente humana ante una confrontación hostil: no es que recurren a las armas por miedo al contrincante; a la inversa, se llenan de temor en el momento en que blanden las armas. Aun sintiendo enojo con ese adversario que intenta quitarles el agua, no los domina el miedo. Pero en cuanto alzan las armas y se disponen a atacar mortalmente al oponente, el temor se apodera de ellos.

Aunque hoy la época pueda ser diferente, la mente humana realmente no ha cambiado demasiado. Si consideramos desde la mirada de Shakyamuni el desafío de cambiar las políticas de defensa nuclear, queda claro que, aunque no sea posible eliminar estos armamentos letales de manera inmediata, si los países dejan de confrontar a los demás armas en mano, por así decirlo, dispuestos a detonarlas en cualquier momento, podrían empezar a desactivar el estado actual de permanente amenaza mutua.

Aun cuando resulte difícil adoptar desde el principio el compromiso permanente de «no ser el primero» en usar armas nucleares, los Estados podrían empezar por pactar una moratoria inicial de doce meses. Si se pudiera acordar este primer paso, y si ese acuerdo pudiera renovarse año tras año, perderían fuerza gradualmente las justificaciones esgrimidas hasta hoy para perpetuar una interminable carrera armamentista nuclear. Eso despejaría el camino para reducir la amenaza que estas armas imponen, no solo a los países poseedores de armas nucleares y a sus aliados dependientes, sino, más aún, a toda la humanidad.

Un centro para la prevención de la guerra nuclear

Nuestra segunda propuesta se refiere a la creación de un centro para la prevención de la guerra nuclear.

El compromiso de «no ser el primero» inevitablemente traerá aparejada la necesidad de que los Estados poseedores de armas nucleares y los que dependen de este paraguas replanteen de manera acorde sus políticas de seguridad nacional. En tal caso, será fundamental desarrollar sistemas y medidas que brinden contención a los temores e inquietudes de tales naciones. Como un método viable, nos gustaría presentar la idea de un centro para la prevención de la guerra nuclear, algo que el presidente Ikeda ya había sugerido en su propuesta de paz de 1983, junto con la exhortación a «no ser el primero» en recurrir a las armas nucleares y a convocar una cumbre urgente entre los líderes de los Estados Unidos y de la Unión Soviética. A la hora de exponer las funciones específicas de un centro de esta índole, dijo, en esa oportunidad, lo siguiente:

Los recursos humanos de este centro podrían provenir de expertos del máximo nivel procedentes del ámbito político, económico y militar, con la función de recopilar y analizar información de muy diversa naturaleza mediante el empleo de tecnologías informáticas de última generación y redes satelitales de comunicaciones, a los efectos de identificar situaciones problemáticas y de tomar medidas que desactiven potenciales consecuencias bélicas.

El mundo de hoy necesita exactamente un mecanismo de este tipo, que impida recurrir a las armas nucleares. Contamos para ello con un precedente histórico, ya que los Estados Unidos y Rusia han intentado crear un centro semejante. En 1998, el presidente Bill Clinton y el presidente Borís Yeltsin acordaron compartir información referida al presunto lanzamiento de misiles balísticos. Esto sirvió de base para redactar un memorando de acuerdo, firmado por el presidente Clinton y por su par Vladímir Putin en 2000, que condujo al inicio del primer proyecto conjunto integrado por expertos militares de ambas potencias.

Si bien, tiempo después, cambios en el entorno político condujeron a la interrupción de la iniciativa, el plan original consistía en la labor conjunta de expertos de ambos países, residentes las 24 horas del día y los siete días de la semana en un centro que se construiría en Moscú, con el fin de compartir información generada por los sistemas de alerta de lanzamiento de misiles de uno y otro Estado.

La base de este proyecto fue la experiencia de un centro temporal establecido en Colorado, con expertos militares de planta permanente de las dos naciones, dedicados a analizar potenciales fallos informáticos —en el marco del llamado problema del año 2000— que pudieran extenderse a la esfera militar y provocar lanzamientos accidentales de misiles. Dado que los oficiales que compartieron esta labor bilateral valoraron positivamente la experiencia, esto confirmaría la utilidad que podría tener, a la hora de impedir una guerra nuclear, la existencia de un espacio común donde especialistas de los Estados poseedores de armas nucleares pudieran comunicarse y trabajar presencialmente juntos.

Desde este punto de vista, el propósito de un centro para la prevención de la guerra nuclear no solo sería evitar los lanzamientos de misiles causados por errores en los sistemas informáticos. Además, esta comunicación cotidiana, cara a cara, serviría para fomentar la confianza mutua entre los países involucrados y profundizar el consenso de que una guerra nuclear es algo que se debe evitar por todos los medios concebibles.

Hace tres años, en enero de 2022, los líderes de los Estados Unidos, Rusia, el Reino Unido, Francia y la China emitieron una declaración conjunta dejando claro que «ninguna de nuestras armas nucleares está apuntada contra el otro ni contra ningún Estado». Basados en el espíritu que subyace a este manifiesto conjunto, exhortamos a los países poseedores de armas nucleares a iniciar el diálogo sobre la creación de un centro destinado a prevenir la guerra nuclear.

Aun cuando resulte difícil que los cinco Estados acuerden instrumentar esta idea al mismo tiempo, un primer paso sería que los países que entienden claramente la necesidad prioritaria de actuar para evitar resultados indeseados se unan en la implementación de algunas de estas funciones. En lo que respecta a la ubicación física de este centro, una posibilidad sería establecerlo, con el apoyo de las Naciones Unidas, en algún Estado clave perteneciente a una de las cinco Zonas Libres de Armas Nucleares (ZLAN) —América Latina y el Caribe, el Pacífico Sur, el Sudeste Asiático, África y Asia central—.

Para los países poseedores de armas nucleares y para los que dependen de aquellos, el compromiso de «no ser el primero» y la creación de un centro para la prevención de la guerra nuclear significarían la necesidad de reformular, en buena medida, sus marcos y políticas actuales en materia de seguridad nacional. Ciertamente, los Estados no poseedores de armas nucleares podrían considerar que esas metas siguen estando muy lejos del objetivo último, que es la abolición nuclear. No obstante, en vista de la tensión constante y de los conflictos armados que hoy convulsionan al mundo, tales pasos se presentan como avances imperativos para evitar un futuro que conlleve mayor riesgo. Asimismo, ello representaría un progreso significativo con miras a construir una sociedad global de paz y de valores humanos.

El 8 de septiembre de 2009 —aniversario de la declaración para la abolición de las armas nucleares de Josei Toda—, el presidente Ikeda dio a conocer una propuesta específicamente centrada en los retos del desarme nuclear. El siguiente llamamiento a la acción, con el cual concluye el citado documento, expresa la determinación incondicional de la SGI, y su consagración invariable a revertir la amenaza de las armas nucleares, epítome de los males que aquejan a la civilización contemporánea:

Basado en la orgullosa determinación de hacer de la lucha por la abolición nuclear el cimiento de un mundo sin guerras, y convencido de que la participación en este desafío sin precedentes es el obsequio más preciado que podemos ofrecerle al futuro, insto a las personas de buena voluntad de todos los confines a trabajar juntos para lograr la concreción de un mundo finalmente libre de la amenaza de las armas nucleares.

Enarbolando esta posición y centrados en la juventud —protagonista del mañana—, seguiremos promoviendo el diálogo y la cooperación con personas de todas las tradiciones culturales y religiosas. Nos comprometemos a trabajar para construir una inmensa red solidaria de ciudadanos comunes, dedicados a hacer realidad «el obsequio más preciado que podemos ofrecerle al futuro»: un mundo libre del flagelo de las armas nucleares.